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Un día, tuve un viaje de negocios a Centroamérica. No era sencillo, ya que el ritmo de la visita sería abrumador. Llegaba al aeropuerto, me hospedaba en el hotel, cenaría con unos clientes, dormía y salía al día siguiente muy temprano a un vuelo en el interior del país. Durante ese tiempo, estaba entrenando para mi sexto maratón, por lo cual, tenía que encontrar una hora mínimo, para correr. Esa noche, después de cenar con los clientes que había acordado, me dispuse a correr por la avenida central del lugar. En la noche usualmente no entreno, pero esta vez, decidí hacerlo, porque no conocía los alrededores. Como casi todos los que gustan de este deporte, busqué mi reproductor de música y mis audífonos…tristemente, me dí cuenta que no los traía.

Bueno, no debo detenerme por unos audífonos, pensaba. Y así, sin ellos, salí a practicar. Los primeros minutos me sentí muy bien, avanzaba los primeros 5 kilómetros cuando me di cuenta de que no estaba solo. Una persona me seguía muy de cerca, corría al paso y mi chip de alerta se encendió, tenía dos opciones: correr más y tener el riesgo de caer; o bien, dejar que el extraño me alcanzara y hacer frente a la amenaza.

franchise-page-heroLlegamos a un semáforo y como lo predije, se acercó a mí. El señor era oriundo de la ciudad y me alcanzó porque tenía curiosidad, ya que según él, era muy rara la gente que corría por las noches. Comenzamos a platicar sobre lo que hacíamos; le expliqué que el mundo de los negocios era lo mío, que me encargaba de darle forma a los sueños de los emprendedores y empresarios de México y que estaba en Centroamérica porque necesitaba que uno de mis clientes llevara sus negocios a ese país. Él me contó que era directivo de una de las empresas más representativas del lugar, nos escuchamos, e hicimos compañeros de ruta durante esa hora.

Cabe destacar que este extraño, me mostró los sitios emblemáticos de su ciudad, así como los edificios y corporativos con mayor auge en el mercado. Cuando nos despedimos, le agradecí infinitamente dos cosas: la primera; que no me haya asaltado, como erróneamente creí y la segunda: le agradecí que me diera el tour de empresas más sencillo y fácil de grabar en mi memoria.

Hoy, el extraño es mi amigo y estoy seguro que pronto será un gran cliente de la Consultoría. Moralejas de esta historia:

1.- No claudiques, aunque todo esté en tu contra.

2.- Si ves peligro, enfréntalo con valentía.

3.- Aprende a “dejar tus audífonos” más seguido.

Trata de sacar lo mejor de cada situación, eso no sólo te ayudará a ser más resiliente, sino que te simplificará y te ayudará a ver desde otro enfoque, lo que estás viviendo. Por eso, hay que ser optimistas y como dijo Sir Winston Churchill, “veamos una oportunidad en toda calamidad, no seamos pesimistas quienes sólo ven una calamidad en toda oportunidad”