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Muchos negocios, empresas o conceptos que hoy en día son exitosos, son el resultado de esfuerzo, dedicación, empuje y sobre todo de un aprendizaje duro y hasta costoso. Pero gracias a todos estos factores, hoy en día gozan de un prestigio, un renombre y sobre todo una rentabilidad atractiva, que es el objetivo primario de toda empresa.

Y es en este momento de la vida de las empresas donde surge una pregunta clave para consolidar el desarrollo y el crecimiento en los negocios: ¿Debo o no franquiciar mi negocio? El proceso de la toma de decisión no es fácil, ya que hay que considerar muchos aspectos antes de dar un “Sí”, desde preguntarse si esta uno listo o no para dar ese gran paso en lo personal, y por supuesto también en lo empresarial: marcas debidamente registradas, procedimientos documentados, organización de equipos de trabajo, capacidad para la inversión inicial del desarrollo y un largo etcétera.

Recordemos que el Plan de Negocios de una franquicia debe estar orientado e inclusive derivado del Plan Estratégico de toda la empresa, de ahí que en muchas ocasiones cuando se inicia este proceso de desarrollo de la Franquicia, nos topamos con trabajos de reingeniería, documentación, depuración y organización, previos a un desarrollo.

Otro punto a considerar es que en muchas ocasiones el negocio ha sido tradicionalmente dirigido por el jefe de familia o la familia completa, y en el proceso de desarrollo se enfrentan a una “profesionalización” del negocio y aprender a delegar las principales responsabilidades a terceras personas.

Como podemos analizar, la decisión final de franquiciar nuestro negocio no es un proceso sencillo, ya que son muchos temas que hay que analizar y muchas decisiones estratégicas que tomar; pero al final, los beneficios en el mediano y largo plazo son interesantes, porque podemos decir que hemos profesionalizado nuestra marca, y algo muy importante: hemos compartido nuestro éxito.